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La primera en saberlo

 

Hace diez años quisiste salvar una vida, pero desafortunadamente no pudiste evitar aquel hecho.

Y es que ¿quién iba a saberlo? ¿Quién iba a saber de todos sus problemas? Era casi invisible para los demás. Su interior era una verdadera incógnita, un completo misterio…

Pero no para ti.

Aquella noche, mientras leías en tu pieza, lo sentiste. Dejaste caer tu libro y, de pronto, quedaste petrificada. Una horrible sensación atravesó tu cuerpo como aguja e hilo.

Lo negaste una y cuantas veces pudiste: “No pudo hacer tal cosa”, pensaste tras un suspiro de pánico.

Sin avisarle a nadie, saliste de tu casa a mitad de la noche. Ibas tan rápido como tu respiración agitada.

Corriste bajo el alumbrado público y dejaste a un lado el temor a la oscuridad y a las calles vacías.

Aquella noche fuiste la primera en saberlo…

Golpeaste lo más fuerte posible la puerta de un domicilio y gritaste para que todos escucharan. Comenzaste a llamarla desde abajo, pero la sombra tras las persianas no se movió.

Levantados a la fuerza, sus padres, atónitos, abrieron la puerta. En seguida se los advertiste: se trataba de su única hija.

Desde la entrada, tuviste que empujarlos rápidamente hasta su pieza porque no se movían.

Estaban por contemplar una atroz pesadilla.

Por el pasillo, la luz se asomaba tras la puerta, pero ésta estaba bloqueada.

Volviste a llamarla. Gritaste. Pero nadie contestó del otro lado. Entonces les contagiaste tu preocupación. Apareció el miedo y sólo él pudo abrir esa puerta.

Fuiste la primera en entrar y la primera en detenerte; quedaste petrificada de nuevo. Adentro, sus padres gritaron, pero tú sólo pudiste cubrirte la boca.

Miraste su mano; aún sujetaba esa navaja con la que todos los días jugaba. Su cuerpo yacía en el piso sobre una enorme mancha. Era todo su silencio…

Era demasiado tarde.

Aquella noche perdiste a tu amiga, pero aquella noche, también, algo te llamó hacia ella… Como la primera vez que se vieron.

La encontraste. Solamente tú pudiste hacerlo entre toda esa gente; entre todos esos pensamientos sin orden.

Encontró en ti un poco de esperanza y, muy seguramente, se encontró a sí misma antes de partir.

Una nota llegó a ti semanas después; estaba escrita con su letra en tinta negra, con tu nombre antes del final y con un vacío que se había llenado.

“Gracias por todo, Natalia. Espero que algún día, cuando no esté tan triste como ahora, volvamos a hablar.

Te quiere mucho Valeria”.

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