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Desastre madrugada: relato de una noche de insomnio

 


De pronto, todos quedan callados; incluso Alegría quien, destrozada, ha parado de llorar. Seca sus lágrimas y se pone de pie en algún lugar de la mente, o del corazón

Una vez más es madrugada. Una vez más soy víctima del insomnio.

Reviso nuevamente mis contactos. Deslizo el dedo de arriba abajo… ¿A quién podría llamar a mitad de su sueño, justo antes de perder el control de mí mismo, para pedirle que me escuche nada más?

Encuentro una o dos opciones, pero al final me arrepiento. Cómo podría despertar así nada más a la gente. Pero, por otro lado, ¿cómo podría volver a dormir si la almohada está ardiendo?

Seco el sudor de mi frente, aunque no hace calor.

Detrás de la puerta todos duermen; hay ronquidos y paredes crujiendo; ellas también descansan.

Pero en mi cabeza hay cientos de pensamientos zumbando al mismo tiempo: corren de un lado a otro, tropiezan consigo mismos. Otros, en cambio, permanecen quietos con un parlante en mano listos para volver a gritar.

Al interior, pareciera no distinguirse nada en medio del desastre; los pensamientos gritan y las emociones chocan entre ellas; empujan y golpean hacia todas direcciones… Un completo desbarajuste.

Mientras me hundo en el colchón mirando el techo, mis oídos escuchan fuerte y claro todo lo que pasa… a cada una de las voces inconformes:

Culpa le grita a Vergüenza y Vergüenza comienza a llorar. Orgullo, temeroso, permanece escondido en algún rincón del olvido; está curando sus moretones.

Ira está sentada: fuma un cigarrillo con una palma en el mentón. Su mirada está baja. No sabe qué hacer ni a quién atacar. Ha olvidado cómo gritar en medio de la madrugada.

Tristeza quiere salir de mi cuerpo; está harta y se va, pero en un intento desesperado, cual escurridiza lágrima cayendo, Miedo la detiene y corre a abrazarla. Tras un forcejeo, ambos caen enredados hacia el estómago… Desaparecen en un vacío que recorre todo el cuerpo como escalofrío.

En la oscuridad, continúo pasando fotografías con la luz de la pantalla azotando mi cara. Continúo mirando lo que ya no está mientras mis pupilas, ansiosas, componen el vacío con lo que nunca estuvo.

Siento algo subir por ambos lados de la cama. Escucho una respiración jadeante tras la cabecera... Es el pesimismo que acerca sus afiladas garras a mí.

Pero, de pronto, todos quedan callados; incluso Alegría quien, destrozada, ha parado de llorar. Seca sus lágrimas y se pone de pie en algún lugar de la mente, o del corazón.

Una melodía comienza a escucharse por dentro. Unas notas melancólicas se han mezclado en el líquido de la venas hacia todo el cuerpo y hacia el alma… como el agua y el café amargo.

Es Nostalgia que ha comenzado a tocar su armónica otra vez. Quedó atrapada en la memoria meses atrás y no puede salir. Ahora es prisionera de la realidad. Ahora toca para no sentirse mal; toca para no sentir la crueldad del insomnio, como yo.

Sus notas piden ayuda, pero el silencio de la noche las calla.

Otra vez es madrugada.

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