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Leer es cosa de valientes

 


Hace un par de horas, la Fiscalía General del Estado de Michoacán dio a conocer que fue localizado sin vida el cuerpo de Homero Gómez González, el activista defensor de la mariposa monarca en Michoacán, desaparecido el pasado 14 de enero de 2019.

También hoy, 29 de enero, en Chilapa, Guerrero, por fin fueron entregados a sus familiares los cinco cuerpos restantes de los diez integrantes de la agrupación Sensación Musical, quienes fueron asesinados y, posteriormente, calcinados la mañana del 17 de enero por un grupo armado que interceptó las dos camionetas donde viajaban, esto al volver de una tocada.

Hace poco más de una semana, la joven artista y promotora de los derechos de las mujeres, Isabel Canabillas de la Torre, fue asesinada de un disparo en la cabeza mientras regresaba a su casa en Ciudad Juárez, Chihuahua. Se convirtió en la quinta mujer asesinada en lo que va del mes sólo en esa entidad.

El 27 de mayo de 2019, casi un año atrás, Gabriela Johana Ríos Blancarte, de 17 años, fue sustraída violentamente de su domicilio por un comando armado en Irapuato, Guanajuato. Se encontraba en compañía de su madre y su hermano en el momento de los hechos. Desde entonces se desconoce su paradero.

Antes de finalizar el 2019, fue hallado también el cuerpo calcinado de Dulce Ivana Núñez Martínez en un lote baldío en León, luego de haber sido reportada como desaparecida una semana antes…

Hace cuatro días, por otro lado, apareció publicada en El Universal una fotografía de Salvador Cisneros en primera plana: en ella se aprecia a dos niños escuálidos jugando baloncesto, ambos con la mirada fija en el balón y en el próximo movimiento… Nada fuera de lo normal, salvo sus rostros cubiertos por paliacates rojos. Uno de los menores carga un rifle en su espalda de igual o mayor tamaño que él.

La fotografía fue tomada en la cancha de baloncesto de Ayahualtempa, Guerrero, luego de una ardua sesión de adiestramiento: “17 menores —de entre seis y 15 años— están formados en fila, del más pequeño al mayor. Todos portan playera verde olivo [y rifles] que identifica a la Policía Comunitaria de la CRAC”, se lee en el reportaje.

Los niños manejan armas y las armas manejan vidas. De vidas no vuelve a saberse más… y de violencia uno ya está harto.

Es más que válido decir, desde este punto, que leer se ha convertido en cosa de valientes. Nadie quisiera recrear en su mente aquella escena en la que un arma apuntaba sin piedad a la cabeza de la joven artista plática, ni mucho menos, saber que dejó un hijo de cuatro años en orfandad.

Vaya que hace falta voluntad de acero para recibir las primeras noticias del día sin que se forme un nudo en la garganta y una bomba de bilis en el hígado… Como aquella ocasión, en agosto de 2019, cuando César, de 17 años, fue acribillado por investigar, por cuenta propia, el feminicidio de su novia Leslye, estudiante de comunicación de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México cuyo cuerpo fue encontrado en Xochimilco.

Hay un temor latente, además, en cada uno de nosotros que no puede parar: el de encontrar entre ese montón de titulares una palabra cercana que erice la piel y que pare el corazón… Una dirección, el nombre de algún amigo o familiar, o, incluso, el de uno mismo. Es como jugar a la ruleta rusa… Debes leer bajo tu propia suerte.

Y, aunque uno lo quiera así, los hechos no están allá en los estados del narco o las fosas clandestinas…

Fue hasta unos años que, en la capital del país, por ejemplo, el nombre de Ciudad Universitaria se transformó en un detonante de escalofríos… Fue hasta octubre del año pasado cuando, por fin, el caso de Lesvy Berlín Rivera Osorio obtuvo justicia tras dos largos años de espera y angustia, luego de que su cuerpo sin vida quedara expuesto en una caseta telefónica en las inmediaciones de la Universidad.

Cualquier pensamiento, por descabellado e increíble que parezca, puede volverse realidad en un abrir y cerrar de ojos… puede quedar plasmado en un par de columnas de la misma manera como quedaría en un título de horror.

Pagar y abordar una camioneta de transporte público puede convertirse en viaje seguro con la muerte, como le sucedió a Fátima Quintana la mañana del 5 de febrero de 2015 en el municipio de Toluca, Edo. de México. Horas más tarde fue encontrada sin vida cerca del domicilio de uno de sus vecinos; había sido enterrada con prisa bajo lodo y ramas en un terreno baldío.

El 29 de abril del año pasado, Aideé Mendoza, estudiante del CCH Oriente, cayó desplomada al suelo mientras tomaba clases de matemáticas en su salón. Recibió un impacto de bala que posteriormente le causó la muerte.

Quizá sea por todo eso por lo que la gente dejó de leer… O quizá ni el más ávido devorador de libros sabría reconocer si lo que está leyendo se trata de ficción o realidad. O tal vez la realidad necesite urgentemente un poco de fantasía, o ésta necesite de hechos contundentes. Es algo que no se sabe bien...

Y es que hay que estar preparado, inclusive, para adentrarse en los pasajes de los libros: éstos han comenzado a gritar.

Hace unos días, por ejemplo, el escritor, productor y guionista, Guillermo Arriaga fue condecorado con el Premio Alfaguara 2020 gracias a, según el jurado, presentar “una novela polifónica que narra con intensidad y excepcional dinamismo una historia de violencia en el México contemporáneo, donde el amor y la redención aún son posibles”: Salvar el fuego.

Asimismo, en 2018, la escritora mexicana Gabriela Damián Miravete ganó el premio Tiptree, otorgado en la 43 edición de la WisCon, una convención feminista de ciencia ficción y fantasía que se celebra cada año en Madison, Wisconsin.

“Soñarán en el jardín”, el cuento que le valió dicho premio, habla sobre un México del futuro en el que los memoriales de las víctimas de feminicidios se apoyarán de las herramientas tecnológicas para “traerlas de nuevo a la vida”.

Y claro que eso sería algo genial, aunque también lo sería el hecho de no recurrir nunca a la literatura para sanar esos huecos que deja la muerte. Pero aún más genial sería nunca enterarse de estas historias tan dolorosas… Por eso la gente prefiere no leer; prefiere no lastimarse.

Leer es cosa de valientes.

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